No sabía ni cómo ni porqué pero el joven Shinigami, había sido enviado en una triste misión de reconocimiento por el mundo humano. La carta, le había llegado con una mariposa infernal a su propia habitación. Inmediatamente la había leído con prisas, para descubrir la pésima tarea encomendada. Pese a su disgusto interno se dispuso a realizar su misión con energías.
Vaya, yo que pensaba que era una carta que confirmaba mi ascenso a tercer oficial. Parece ser que los altos cargos desestiman mis habilidades una vez más. Además el mundo humano es aburrido, nunca encuentro almas de buen nivel espiritual que puedan servir a aumentar mi nivel de combate. En fin, en camino.
Como todas las veces cogió su zampakutoh, salió de su cuarto y cruzo todas las dependencias con cara de malhumor, sin saludar a ninguno de sus compañeros, los cuales le empezaban a apodar ya por diversos nombres graciosos y despectivos por su actitud altiva hacia sí mismo para con los demás. Ese día en concreto tuvo suerte y no se encontró ni su capitán ni su teniente y por tanto no tuvo que dar explicaciones sobre su aptitud ni sobre su misión. Abriendo la puerta sin hacer ruido, salió al exterior donde hacía mucho frio. Su cubrió con la capa y se dirigió al portal más cercano para ir al mundo humano. Tenía clara la zona que debía vigilar: siempre era la misma, el norte de Karakura. Al llegar al portal saludo al Shinigami que lo vigilaba, que después de tantas misiones iguales, se podría decir que eran amigos.
- ¿Como siempre?
El joven le miro y con voz pausada, tenue, un poco amarga respondió:
- Si, como siempre, una vez más.
No hacía falta decir nada mas, tenían una mutua comprensión. Pensaba que aquel pobre shinigami que llevaba mas años que los que nadie podía imaginar manipulando portales debía estar un poco cansado de su trabajo, sin posibilidades de ascender, sin ver mundo, siempre en su sitio listo para teleportar a otros. Se parecían un poco, aunque el joven a su lado pensaba que sus problemas debían ser menores a los del otro. Lo que en realidad no sabía es que el hombre que siempre le abría los portales, le encantaba su trabajo y lo desempeñaba con ganas día tras día. Pero era joven y cabezota, testarudo.
Tras ese frio saludo matinal pudo cruzar el portal, que ya no le producía nauseas. La primera vez vomitó todo el almuerzo y parte de la cena de la noche anterior. Aquella vez tardó media hora en recuperarse y recopilar las energías necesarias para desempeñar su función. Pasados los años y las misiones ya, era parte de su rutina, una rutina que odiaba a muerte. Pensaba que era suficientemente fuerte como para ser ascendido, o al menos ser tratado con más respeto. Inmerso en sus pensamientos tardo demasiado en notar una enorme presencia espiritual a unos metros de donde acababa de cruzar el portal al Seireitei. La voz del individuo lo sacó del estupor mental. Era una voz ronca y grave, que apenas entendió:
- ¡Vaya, vaya, pero que tenemos aquí! Un joven Shinigami, perfecto para convertirse en mi almuerzo, ya que en esta jodida ciudad no hay ni una sola alma poderosa con un mínimo nivel de reiatsu con el que alimentarme.
No se lo podía creer. Estaba frente a lo que parecía un Hollow, de una altura considerable, un metro noventa como mínimo, quizás hasta más, con un cuerpo musculoso, fuerte y bien definido. Pero el rasgo que más destacaba de él era restos de lo que parecían una máscara de Hollow en su cara: todo el lado izquierdo estaba cubierto por ella y tenía un cuerno enorme, que se parecía al de un reno o algún animal salvaje. Iba medio vestido por lo que parecía un uniforme de color blanco que le cubría las piernas pero dejaba medio torso al aire libre. Su piel tenía tatuajes que cambiaban de color libremente. Era en extremo peculiar y su reiatsu de un nivel elevado.
Mientras le observaba con estupefacción el medio- Hollow seguía hablándole con tono burleta y despectivo:
- ¿Qué pasa, te has olvidado de hablar, pequeñín? ¿O es que los de la Sociedad de Almas no te han enseñado ni una cosita tan básica? ¡Porque si es así no me molestare mucho contigo solo te matare rápido y te tirare a los perros! Venga dame diversión.
Estaba abrumado, no podía responder. Esa cose le infundía un miedo irreverente, que lo mantenía totalmente paralizado. Que es esta cosa, es… es impresionante. No se parece en nada a lo que habita el mundo humano. Sacando fuerzas de donde pudo oso preguntarle:
- Di…Dime que eres.-
La respuesta no se hizo esperar:
- Soy un arrancar, conocido también como el séptimo espada. Y tu minishinigami no me llegas ni a la suela del zapato. Cargando energía en un punto a una velocidad muy rápida, apareció una esfera de energía de colores cambiantes como los tatuajes de su piel, que al grito de ¡Cero! Se la lanzó. El rayo atravesó la atmosfera fría de la ciudad de Karakura para impactar el Shinigami de negro. Este tuvo poco tiempo de reacción, donde levanto su espada para intentar interceptar el impacto. Para el todo se ilumino con un arco iris que lo cegó completamente.
Visto desde fuera el cero le impacto de lleno y le derribó, dejándolo inconsciente. Pero por dentro la realidad era completamente diferente. Había accedido a lo que se conocía como su mundo interior. Había accedido una vez a él, haría ya unos 4 años. Lo recordaba un poco diferente. El paisaje que se abría delante de sus ojos, era un vasto desierto. Había dunas por doquier pero no eran de arena, eran de hielo cristalino dejando ver el agua de debajo. El cielo era oscuro con una luna llena que lo iluminaba todo, pero que a veces se tapaba con nubes. Por tanto su fulgor no era constante iluminando ahora aquí y luego allá.
Se sentía cómodo en ese sitio. Era tranquilo, relajante sin presiones ni batallas. Solo una extensión de dunas heladas. Pese a ello no sentía frió ni calor. Se encontraba Bien, como pocas veces. Pensó que si se encontraba dentro de su mundo interior quizás sería capaz de ver a su espíritu y conseguir saber su nombre, lo que en verdad le ayudaría a alcanzar el puesto de 3er oficial. Cuando más lo pensaba mas se tapaba el cielo de nubes espesas, ocultando la luz de la luna hasta que al final oyó una especie de risa, que le hizo estremecer.
De repente, de la nada, un personaje, igual que él, pero diferente a la vez, más oscuro y tenebroso, con los ojos rojos inyectados en sangre se le apareció delante. Cada vez que lo miraba le reconocía, o al menos tenía la sensación de saber quién era, de saber que era. Finalmente le habló:
- Dime, ¿quieres más poder? Mas fuerza para poder ascender de rango? ¿Mas de todo? ¡Si me dejas te lo puedo ofrecer esto y más! Ese espada de allí fuera seria nada comparado contigo, ni siquiera el mismísimo sotaicho sería nada. Solo tienes que unirte a mí y seremos imparables.
Le tendió una mano, hacia a él, la mano del poder. Se encontraba muy tentado, demasiado tentado por sus promesas aunque empezaba a saber frente a que se encontraba. Pero la promesa de ser mas fuerte era superior. Durante años siempre se había sentido humillado, infravalorado y despreciado. Si conseguía volver tan fuerte sería lo mejor de su vida como Shinigami. Pero se daba cuenta de lo que entrañaba ese poder. Unirse con lo que era llamado el Hollow interior.
Se acercó a él con la intención aparente de aceptar su proposición, de darle la mano y convertirse en el ser más poderoso. Pero a la que estuvo cerca, cogiendo su espada y de un tajo limpio le cortó la mano ofrecida. Cuando este se dobló por la sorpresa le agarró por el pelo. Y le puso la zampakutoh en el cuello.
- Maldita escoria. Sé lo que eres, y la falsedad de tus promesas. Solo quieres poseerme. Nunca me harás mas fuerte solo quieres aprovecharte de mis intenciones avariciosas. Pero la respuesta es no! Así que déjame tranquilo. De momento no te voy a matar…
Justo al decir aquellas palabras, el maldito Hollow interior se escabullo de sus manos realizando una técnica parecida al shunpo y desapareció sin dejar rastro. Solo se escucho una especie de risita, tras el aire. Poco a poco la luna volvía a aparecer detrás de las nubes, iluminando el hielo. Y el joven Shinigami tuvo unos momentos de visión de ese paisaje tranquilo y magnifico, para luego despertar tendido en medio de una calle de Karakura.
Ese día prometía ser interesante. A partir de ese día su vida prometía ser más interesante ahora que sabía acceder a su mundo interior. Además había encontrado por fin un rival digno de medir sus fuerzas. Todo cambiaria.
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