Los rayos solares golpeaban fuertemente contra mi piel provocando una sensación de calcinamiento y de rápido agotamiento; una leve, pero no muy refrescante, brisa lograba mover mechones de mi rosado cabello y algunas partes del traje de shinigami que traía puesto.
Me encontraba completamente inmóvil, mi respiración estaba extremadamente agitada producto del esfuerzo físico que había estado realizando hace algunos segundos atrás. En mis manos sostenía con firmeza una afilada espada denominada comúnmente por los shinigamis como “Zampakutoh”; por su parte, mi mirada se mantenía fija, observando a la persona que se encontraba frente a mi en una posición similar.
Tomé una bocanada de aire, al mismo tiempo que auné energías y, entonces, me dispuse a atacar. Corrí rápidamente hacia aquella persona y alcé mi espada. Cuando estuve lo suficientemente cerca y consideré que el mismo se encontraba dentro del rango de mi ataque, bajé mi arma hábilmente intentando realizar un corte vertical.
-¡Osoi! (muy lenta)- le escuché decir.
Su figura desapareció ante mis ojos antes de que pudiera atinarle el golpe.
-Aún te falta mucho por aprender- agregó
Al escuchar el sonido de sus palabras a mis espaldas, me paralicé por breves segundos y, cuando al fin logré reaccionar, dándome vuelta, supe que era demasiado para esquivar su contraataque. Por mera inercia sólo pude cerrar los ojos y esperar a que, milagrosamente, por algún motivo, su ataque se detuviera.
-Si cierras los ojos sólo le harás las cosas más fáciles al enemigo, Tachikawa- comentó
Abrí lentamente los ojos, aún con el temor de encontrarme frente al filo de su espada mas lo único que logré visualizar fue una sonrisa en su rostro.
-Creo que hoy hace mucho calor ¿Qué te parece si descansamos un poco?- me sugirió, profundizando su sonrisa.
Me quedé mirándole durante algún tiempo sin poder emitir respuesta alguna. La persona que se encontraba conmigo era Minatsuki Fukutaicho (Teniente Minatsuki), un hombre absolutamente amable y carismático, con un gran temperamento y un sentido del humor único. El mismo había decidido ayudarme con mi entrenamiento, lo cual era un gran honor para mi, puesto que no solamente era el teniente de mi división, si no que, además, había escuchado decir que él era todo un genio.
-H-hai (si)- simplemente me limité a responderle
- Bien. Iré a buscar algo para tomar, entonces.
Luego de decir aquello comenzó a caminar, alejándose de mi hasta que lo perdí completamente de vista. Enfundé mi zampakutoh y me senté sobre el césped que aún conservaba la humedad del rocío de la mañana, para esperarlo. Observé hacia el cielo, el mismo se encontraba absolutamente despejado, sin ninguna nube a la vista. Bajé mi mirada y cerré mis ojos, pero antes de que pudiera comenzar a relajarme una presencia poderosa se hizo sentir en todo el lugar volviendo mucho más pesado y denso al ambiente. Me levanté rápidamente de mi lugar y observé en todas direcciones intentando localizar el foco de aquél extraordinario poder. Pese a que en un principio me costara, finalmente, pude encontrar la fuente del mismo.
Comencé a correr en aquella dirección hasta que di con el ser que emitía aquél elevado reiatsu. Su apariencia no difería demasiado a la de un ningen (humano) o un shinigami, pero tenía pequeñas diferencias las cuales me hicieron percatar de que no se trataba de alguien realmente amistoso. La parte de una máscara blanca, así como un traje de igual color y un agujero en su pecho me daban la certeza de que se trataba del ser que normalmente era llamado como “arrancar”, aunque por la cantidad de poder que desprendía y un pequeño número que pude ver gracias a mi privilegiada visión deduje que, en realidad, aquella persona era nada más y nada menos que un “espada”.
El mismo pareció no percatarse de mi presencia o, simplemente, había decidido ignorarme. Con la punta de su dedo índice abrió un extraño portal el cual, si no mal recuerdo, era llamado “garganta”.
Muchos interrogantes surgieron en mi mente ¿Por qué un espada se encontraba en este sitio? ¿Acaso el Hueco Mundo se encontraba planificando algún ataque contra el Mundo Humano o la Sociedad de Almas? ¿Por qué había optado por no atacarnos tanto a mi teniente como a mi siendo que, seguramente, había sentido nuestras presencias con anterioridad y su nivel era mucho más elevado que el nuestro?.
A causa de mi curiosidad, me sentí obligada a seguir al espada una vez que ingresó a la garganta. Deseaba y necesitaba saber las respuestas a las preguntas que mi mente formulaba y sin pensarlo dos veces ingresé a aquél extraño portal. Al hacerlo, me encontré inmersa en una completa e infinita oscuridad. Sentí que, en cualquier momento iba a caerme, pero en esos instantes, una idea llegó a mi. Utilicé la poca habilidad que tenía para controlar las partículas espirituales, las cuales abundaban en ese ambiente, y creé un camino, aunque algo inestable, con ellas.
Pese a que el temor y la incertidumbre comenzaran a invadirme continué avanzando con una fuerte convicción. Luego de caminar durante algún tiempo pude llegar hasta el final del camino. Sin embargo, al salir del mismo, me encontré con un paisaje totalmente deplorable. Era un desierto de arena blanca, muy ventoso, cuya noche parecía ser eterna y cuya vida parecía ser casi inexistente.
-¿Qué es este lugar?...- me pregunté a mi misma de forma atónita
-Hueco mundo- respondió una voz detrás de mí.
Me sobresalté al escuchar respuesta a mi pregunta, pero me tranquilicé al reconocer, inmediatamente, aquella voz. Volteé a ver y, efectivamente, se trataba de mi teniente quien, sin haberme dado cuenta, había estado persiguiéndome todo este tiempo.
-Minatsuki fukutaicho…- murmuré con algo de sorpresa
Antes de que pudiéramos hacer o decir algo más unas extrañas criaturas comenzaron a llegar. Las mismas tenían una apariencia similar a las de un hollow, pero todo eran absolutamente iguales y su tamaño era colosal ¿Serán… Menos grande?. Los mismo empezaron a rodearnos y no importaba hacia donde mirásemos la única escapatoria era derrotarlos.
Mi teniente desenfundó su espada más rápido de lo esperado por lo que, siguiendo sus pasos, hice lo mismo.
-Creo que llegó el momento de poner en práctica todo lo que te he enseñado, Tachikawa- comentó mi superior
Me limité a asentirle. Tenía demasiado miedo como para formular palabra alguna, pero evitaba demostrarlo frente a mis enemigos y por sobretodo frente al único aliado con quien contaba en este sitio. Nos colocamos espalda con espalda, ambos supusimos que era la mejor forma de defendernos de los Menos que nos rodeaban.
Él se adelantó dando un gran salto con la intención de golpear el rostro de uno de los Menos. Intenté imitarlo por lo que corrí hacia uno de ellos. Por su gran estatura parecían ser muy lentos y poco ágiles, lo cual nos daba una pequeña ventaja. Salté con todas mis fuerzas, pero aún así, no pude tomar la suficiente altura para propinarle un golpe certero en su máscara. Para mi suerte, tuve una idea…
-Ikikaeru (Resucita/renace), Suzaku!- grité
Mi zampakutoh comenzó a cambiar de forma. La misma tomó un color blanquecino y la parte del filo comenzó a dividirse en pequeños sectores unidos entre sí por un fino hilo de energía espiritual, en pocas palabras, la espada, ahora, se había convertido en algo similar a un látigo. Gracias a la mayor extensión de esta, pude atinar un corte a la máscara, mientras comenzaba a descender, que terminó por hacer desaparecer al Menos. Sonreí satisfactoriamente ante esto. No podía creer que, yo, una oficial que apenas había asumido el puesto de quinto al mando, había logrado derrotar a un Menos Grande por cuenta propia.
-Hadou #31: Shakkahou! (Artillería Carmesí)- escuché invocar a Minatsuki fukutaicho
Volteé a mirarlo. Estaba haciendo un excelente trabajo conteniendo y derrotando a los Menos, como era de suponerse de un genio como él. Se detuvo a observando durante algunos segundos y, entonces, noté que su rostro comenzaba a horrorizarse y comenzó a correr hacia mi. Volví mi mirada hacia los Menos grandes, sólo para notar que dos de ellos comenzaban a acumular una gran cantidad de energía en el interior de su boca. Me paralicé completamente ante el horror de morir en aquél lugar. Dos potentes rayos fueron disparados de aquellos Menos… era mi fin y ante eso, sólo pude cerrar mis ojos y caer al suelo rendida, mientras cubría mi rostro con mis manos.
Cuando pensé que ya había muerto, descubrí que no era así. Abrí mis ojos y levanté mi mirada. Con mucha sorpresa noté que mi teniente se encontraba delante de mí, con su zampakutoh en su forma liberada y su cuerpo completamente herido. Había detenido ambos Ceros con sus propios poderes, protegiéndome de ellos.
Él me miró, sus facciones estaban más serias de lo normal y su mirada se clavó en mis aterrados ojos. Mi cuerpo temblaba levemente y mi respiración estaba un poco agitada debido a que, hace algunos momentos atrás, había detenido la misma. Me estiró su mano la cual tomé para levantarme y, entonces, escuché sus palabras…
-Escucha Tachikawa, distraeré a los Menos y, en esos momentos, quiero que escapes…
Negué con mi cabeza. No pensaba dejarlo solo allí, no podía y no debía hacerlo. Todo esto había sido causado por mi inoportuna curiosidad y no podía dejar que él pagara por eso.
-Es una orden, Tachikawa…- agregó con una voz autoritaria que jamás le había oído utilizar.
Clavó su Zampakutoh en el aire, haciendo que un portal hacia la sociedad de almas se abriera. Luego de ello, comenzó a correr en dirección opuesta a mi, elevando sus fuerzas al máximo y atrayendo la atención de los Menos mediante el empleo de Kidoh y de algunos ataques con su espada.
Me quedé unos momentos parada allí, indecisa, sin saber que camino tomar. Finalmente decidí seguir las órdenes de mi teniente y me adentré al portal. Comencé a correr lo más rápido que pude e intenté emplear, incluso, la técnica de velocidad conocida como “Shunpo”. Sabía que la única persona que podía ayudar a mi teniente era mi capitán por lo que debía llegar lo antes posible hasta él.
Crucé el portal hasta llegar a la sociedad de almas y esquivé como pude a los guardias que protegían la puerta, no tenía demasiado tiempo para presentarme ante ellos.
Corrí desesperadamente hasta mi división, mi respiración comenzó a agitarse una vez más y mis fuerzas comenzaban a disminuir… ¿Podría llegar a mi escuadrón antes de caer rendida al suelo?.
Para mi suerte, logré llegar, pero apenas puse un pie en el mismo, mis piernas flaquearon, esperaba caer y recibir el impacto, pero un par de cálidas manos me sostuvieron antes de que eso ocurriese. Levanté mi mirada y observé el rostro de mi capitán algo confundido.
-Taicho (Capitán)! Minatsuki Fukutaicho se encuentra en el Hueco Mundo, ayúdelo, onegai (por favor)!- Grité con desesperación.
El rostro de mi capitán mostró una ligera sorpresa y luego se aserió, pidiéndome que le contase con un poco de mayor detalle lo ocurrido. Intenté tranquilizarme y explicarle que había sucedido…
Apenas terminé mi historia, el capitán le ordenó a unos shinigamis que llamasen a alguien de la cuarta división y me llevasen a descansar a mi habitación para luego salir del escuadrón.
-Matte! (espere!) Yo también quiero ir con usted!- le grité, pero solamente me ignoró.
Los shinigamis me acompañaron a mi habitación. Allí intente mantener la calma y la esperanza de que mi capitán pudiese arreglar todo esto que había sido provocado por nada más ni nada menos que mi. Me senté sobre mi cama, levanté mis rodillas mientras las abrazaba y escondía mi rostro tras mis brazos.
Así pasó las horas. El único reporte que me había llegado era que mi capitán había solicitado el permiso de ingresar al Hueco Mundo y, para ello, debía reunirse con el dueño de la tienda en el Mundo Humano. Aquél hombre, el dueño de la tienda, era alguien especial. Había escuchado que su tecnología podía alcanzar e, incluso, superar la de la duodécima división.
Al ver que el tiempo transcurría y no tenía noticias algunas comencé a inquietarme nuevamente. Decidí salir de mi habitación y me quedé en la puerta de la división a esperar el regreso de ambos.
Pronto la noche cayó y un viento fresco comenzó a levantarse, pero aún así me mantuve en el mismo sitio. Mi nerviosismo comenzaba a aumentar y un nudo se formó en mi garganta. Finalmente, y luego de tanto esperar, mi capitán volvió con un rostro desalentador. Lo miré algo consternada y, entonces, él me negó.
-Llegué demasiado tarde- me explicó.
Toda la angustia que había estado conteniendo hasta ese momento se liberó cuando las lágrimas comenzaron a brotar de mi rostro. Caí al suelo, y esta vez, nadie me sostuvo. Cubrí mi rostro con mis manos y, bajo la luz de la luna comencé a llorar como nunca antes lo había hecho. Mi torpeza había provocado que perdiera a una persona muy importante para mi y no podía evitar culparme por su muerte.
Por todo lo ocurrido, y en memoria de Minatsuki Fukutaicho, decidí hacer una promesa aquél día. Bajo la luz de la luna y ante la mirada de mi Taicho, me prometí que jamás volvería a llorar, sería fuerte y no dejaría que mis emociones me dominaran, entrenaría muy duro todos los días y me convertiría en una shinigami capaz de vencer, no sólo a los Menos Grandes, si no a todos los habitantes de Hueco Mundo que amenazaran con privar a alguien de su vida…
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