~ En el centro comercial ~

Antes de que me quisiera dar cuenta, nos encontrábamos en el mundo humano. Incluso yo me sentía como más... humana... realmente era una sensación bastante extraña. Cuando mis ojos se dirigieron a Asch tuve que hacer un verdadero esfuerzo por contener una carcajada. Su aspecto ahora era bastante... peculiar... si es que así podía describirse. Bajé la mirada para echar un rápido vistazo a mis vestimentas. Hmmm, no estaba del todo mal... podría pasar perfectamente por una estudiante normal de este siglo.

Spoiler:

Enseguida, mi atención se vio centrada en el alboroto a mi alrededor de gente que iba y venía de un lado para otro, saliendo y entrando de habitaciones en las que, a través de una pared de cristal, podían verse distintos artículos como ropa, zapatos y... y muchas cosas más que no sabía qué eran, la mayoría con muchas lucecitas... Pestañeé sorprendida ante aquel lugar. ¿Era esto un mercado del SXXI?

Tan absorta me encontraba mirándolo todo que no me percaté de que Asch había comenzado a andar sin esperarme. Como siempre, tuve que aligerar el paso para colocarme junto a él. De repente, y sin previo aviso, éste se detuvo y se giró para mirarme. Haciendo uso del tono autoritario que había adoptado en los últimos minutos, me alertó de la presencia en este mundo de otros capitanes, al mismo tiempo que me ordenaba ignorarlos en caso de toparnos con alguno de ellos. Asentí ante su orden, haciéndole saber que así lo haría.

En ese momento, me di cuenta de que la mirada del pelirrojo se encontraba posada sobre una joven pareja y su hijo. Observé atenta sus rasgos, percatándome de que algo en su mirada había cambiado al mirar aquella escena familiar. ¿Quizás... le traería recuerdos de su vida pasada? Mientras aún le miraba, Asch desvió sus ojos hacia mí, provocando que nuestras miradas se encontrasen. No me preocupé en apartar la mía, aun cuando me había descubierto mirándole.

-Si deseas puedes separarte, pero debes estar aquí de vuelta en 45 minutos... ten...

Me sorprendió que me entregase varios billetes, junto con un dispositivo que, según sus instrucciones, debía usar para comunicarme con él en caso de problemas. Pero lo que verdaderamente me sorprendió fue que verdaderamente fuese a dejarme a mi aire. Y, para mayor sorpresa, así fue...

De repente, me encontraba sola en un mundo completamente nuevo para mí. Nuevo y fascinante. Haciendo uso del dinero que me había dejado, compré un pequeño bolso en una de aquellas tiendas, y guardé en él el móvil junto con el resto del dinero. Tras echármelo al hombro, comencé a andar, mirando todo a mi alrededor con los ojos muy abiertos, como los de un niño pequeño. En ese momento pasé junto uno de aquellos escaparates que me llamó poderosamente la atención. Pegué la nariz al cristal mientras contemplaba una caja y... ¿a un hombre metido en ella?

"¿Cómo es posible que quepa ahí dentro...?", pensé mientras me adentraba en la tienda para ver más de cerca aquel fenómeno.

Para mi sorpresa, allí adentro había muchas más de aquellas "cajas" con personas dentro. Me acerqué a una de ellas, mirando con detenimiento al sonriente hombre que estaba allí dentro. Acerqué mi mano hacia el cristal, dándole unos pequeños golpecitos con los nudillos. Me asomé para mirar la parte de detrás. Allí no había ningún hombre, y era imposible que cupiese dentro de un espacio tan pequeño. Entonces... ¿dónde estaba el truco?

"¡Hola!".

Me sorprendí al escuchar la voz del hombrecillo dentro de la caja. Miré a ambos lados disimuladamente. ¿Se estaba dirigiendo a mí?

-Ho-hola...

"¿Estás cansada de tener que tener frío?"

-¿Nani? -aquella pregunta me pilló de improviso-. Yo no tengo fr-

"Cansada de los cambios bruscos de temperatura? ¿Cansada de ponerte como mono de nieve sin poderte mover? ¡Tranquila! Chemisette te trae la solución. Chemisette se adiere a tu piel..."

Fruncí el ceño contrariada mientras aquel viejo loco seguía hablando solo. Me llamaron entonces la atención una especie de pequeños botoncitos que se encontraban a un lado del cristal. Pulse uno de ellos y, de repente, el señor loco desapareció para dar paso a una chica -muy desnuda- corriendo junto al mar vestida con solo una pequeña tela de color rojo. Maravillada ante ello, volví a pulsar el botón, sorprendiéndome ante cada nueva imagen y nuevo sonido que surgía mágicamente de aquel espacio tan pequeño... hasta que el rugido de un león a pocos centímetros de mi cara me hizo pegar un brinco separándome de aquel artefacto... no sin antes haber hundido mi puño izquierdo en el cristal al haber tratado de golpear al "león".

Sentí que de repente un silencio pesado se había hecho a mi alrededor. Desvié la mirada de mi mano (que mostraba un corte bastante feo a la altura de los nudillos) para dar con la de varias personas que habían parado de hacer lo que quiera que estuviesen haciendo en ese momento para mirarme con los ojos como platos. No me lo pensé dos veces: eché a correr fuera de la tienda y no paré hasta que me vi fuera de aquel enorme edificio y respiré el aire de la calle.

"Si Asch se entera de esto puedo olvidarme de volver a pisar suelo humano de por vida", pensé mientras apoyaba mis manos sobre mis rodillas y tomaba un poco de aire. Este nuevo cuerpo me hacía cansarme mucho más.

En ese momento, un estridente y continuado pitido me hizo elevar la vista. Mis ojos reflejaron la sorpresa al ver cómo un extraño... ¿carro de metal? se acercaba a toda velocidad hacia mi posición...