Mide 1,63 cm y pesa 50 kilos. Figura delgada y estilizada, de buenas proporciones. Cabello largo y liso de color borgoña; ojos de un poco común color ámbar. Suele mantener un gesto serio en el rostro, aunque sus facciones muestran una gran expresividad. Muchas veces se puede saber lo que piensa sólo con mirarle a la cara.
Inteligente y acostumbrada a salirse siempre con la suya, le gusta aparentar que nada le afecta y que no necesita la ayuda de nadie, se hace la chica fuerte, pero es pura fachada. Odia dejarse influenciar por sus sentimientos, y lo impide a toda costa, ya que piensa que eso la hace débil, y odia sentirse vulnerable.
Odia recibir órdenes, pero se esfuerza por callar y acatarlas. Tremendamente orgullosa, odia también el hecho de reconocer sus errores y pedir perdón.
Es algo solitaria y se toma su deber como Shinigami con mucha seriedad. Tiene bastante mal humor y es fácilmente irritable, además de que se frustra con facilidad. Aún así, si consigues traspasar la barrera de su mal carácter descubrirás a una persona de gran corazón, que se preocupa por los demás (a su manera).
*Debido a la experiencia vivida cuando aún era humana, no confía en los hombres y rechaza el contacto físico con ellos.
*Casi nadie en la Sociedad de Almas conoce su vida anterior ni las circunstancias que rodearon a su muerte.
Nacida en Osaka (Japón) en el S.XVIII, dentro de una familia tradicional de esa época, en el que el papel de la mujer era poco más que el de ser una moneda de cambio y un objeto del cual presumir.
Su padre, descendiente de una importante dinastía de samurais venida a menos, siempre le reprochó a su esposa el no haberle dado el hijo varón que deseaba, uno que pudiese levantar de nuevo el prestigio del apellido Okabe.
Fue así como Naeru se crió entre el desprecio de su padre y el silencio sumiso de su madre, recibiendo la educación que toda jovencita “bien educada” debía tener: aprender el arte de servir el té, de tocar el shamisen o de bailar con los abanicos. Y, sobre todo, aprender a comportarse. Porque una jovencita “bien educada” sólo debía hablar, levantarse, sentarse, sonreír, y casi respirar, en el momento indicado.
Pero eso era algo que no iba acorde al espíritu libre y rebelde de Naeru. Lo que a ella le gustaba era leer, escribir poemas y haikus, reír cuando estaba contenta y llorar cuando estaba triste. Pero todo eso estaba prohibido para una jovencita “bien educada”.
Al cumplir los 15 años, su padre, viendo que resultaba imposible someter el carácter indomable de su hija y que así no conseguiría nunca encontrarle un buen esposo, la envió a estudiar a Kyoto, la capital por ese entonces del país nipón. Pasaría mucho tiempo hasta que Naeru pudiese regresar a su hogar, ya que la educación de una muchacha duraba al menos cinco años. Esto, sin embargo, resultó casi una liberación para la joven Naeru.
Durante cuatro años vivió en la capital aprendiendo los “buenos modales” anteriormente descritos, pero eso, más allá de minar su espíritu independiente, lo hizo aún más fuerte. Todas las noches solía escaparse de la casa en la que se alojaba hacia un riachuelo cercano. Allí había un pequeño puente, viejo e inútil, bajo en el que sólo un pequeño hilo desperdigado del río se atrevía a estar sin miedo a que se derrumbara. Era allí, bajo una madera suelta bajo el puente, donde escondía sus pergaminos y su tintero y su pluma.
Pero una noche había alguien junto al puente…
Se llamaba Tetsuya Ogawa, y acababa de llegar a la ciudad para estudiar Literatura y haikus. Por alguna extraña razón, congeniaron enseguida. Era la primera vez en la vida de Naeru que tenía a alguien al que pudiese llamar “amigo”.
Al cabo de un tiempo, Naeru y Tetsu llegaron a conocerse bien. Ella disfrutaba cada vez más de los ratos que pasaban juntos. Los cerezos le parecían más floridos que nunca, la fruta, más dulce y sus poemas, que hasta entonces habían sido tristes, empezaron a llevar el color de la alegría. Por primera vez en su vida Naeru era, sencillamente, feliz. Él, por su parte, no había conocido nunca a nadie como Naeru. Lo que más admiraba de la joven era su espíritu libre y vivo como un río. Ambos pasaban tardes enteras conversando mientras paseaban por los estanques de nenúfares o contemplando las estrellas en las noches claras. Y, a veces, en un momento de locura, se lanzaban a correr por las calles de la ciudad, gritando y empujando a la gente hasta que, cuando ya no podían más, se paraban y reían a carcajadas.
Sin darse cuenta, ambos amigos acabaron enamorándose.
Un mañana, sin embargo, Naeru recibió una misiva desde su casa. En ella, su padre le ordenaba regresar inmediatamente. Algo turbada, Naeru recogió sus cosas y partió rumbo a su hogar. Antes, dejó una pequeña nota destinada a Tetsu escondida bajó la tabla suelta del puente. En ella, le explicaba su marcha repentina y le prometía que muy pronto volverían a verse. Poco podía imaginarse que nunca sería capaz de cumplir esa promesa…
Al llegar a casa, su padre le comunicó que la había prometido a un hombre importante de la ciudad vecina, mucho mayor que Naeru, propietario de grandes latifundios. Tras enterarse del compromiso, Naeru intentó huir para regresar a Kyoto, pero ya había caído en la trampa y su padre la mantuvo prisionera en su habitación hasta el día de la boda, fijada para una semana después.
Al amanecer de siete días después de su regreso a casa, su madre le ayudó a colocarse el kimono blanco. Éste sólo se usaba en dos ocasiones: una boda o un entierro, y para Naeru aquel día se trataba precisamente de esto último. Cuando el sol de aquel día se ocultó, Naeru ya era una mujer casada, esperando a su indeseado y prácticamente desconocido esposo en la alcoba de ambos. De espaldas a la puerta corredera de papel de arroz, sus sentidos se pusieron en guardia al escuchar que ésta se desplazaba y unos pies descalzos irrumpían en la habitación. Intentó –fallidamente-, ocultar su desagrado cuando unas manos grandes y toscas se ensortijaron alrededor de su estrecha cintura, abrazándola desde atrás. Intentó disimular la repulsión que le produjo la cercanía de un aliento caliente apestando a sake, de unos labios que bajaron por sus mejillas hasta el espacio entre su cuello y su hombro, alojando allí un beso. Intentó reprimir sus ganas de zafarse de aquellos brazos cuando aquellas manos comenzaron a deshacer torpemente el nudo que cerraba su kimono; intentó seguir los consejos de su madre de aquella mañana…
Lo intentó… pero no pudo hacerlo.
De un brusco movimiento se separó de su corpulento esposo. Le afirmó que no permitiría que le pusiese un solo dedo encima. Pero su marido no estaba dispuesto a que su joven y bonita mujer no cumpliese con su “deber” como esposa… Naeru no pudo hacer nada, él era mucho más grande que ella; no pudo hacer nada salvo llorar y suplicar, primero; gritar, arañar y patalear cuando vio que sus ruegos no servían para nada y, finalmente, cuando comprendió que nada de lo que hiciera podría salvarla… cerrar los ojos, aguantarse las lágrimas y la rabia y esperar que todo terminase cuanto antes…
Horas después, cuando la satisfacción hizo que su esposo cayese en un placentero sueño, Naeru recogió el kimono blanco que le había sido arrancado, vistiéndose de nuevo con él y abandonó la habitación, habiendo tomado antes un objeto perteneciente al hombre que yacía en el lecho. Se dirigió al altar que se erigía en una habitación cuadrangular situada en el extremo contrario de la casa. Arrodillándose frente a él, dedicó sus últimos pensamientos hacia el joven que la esperaría eternamente en Kyoto y, susurrando un “perdóname”, cerró los ojos.
A la mañana siguiente encontraron el cuerpo de la joven desplomado a los pies del altar. El blanco puro del kimono había adoptado un profundo color carmín; junto a su mano, descansaba la katana del esposo que la noche anterior había tomado antes de abandonar la habitación.
Tenía sólo veinte años.
*****
Cuando Naeru volvió a abrir los ojos, se encontraba en el Rukongai. Al principio, le resultó muy difícil asimilar su nueva situación. Siguiendo unos consejos, se apuntó a la Academia de Shinigami, donde pronto destacó por su gran inteligencia y su capacidad como estratega. Lamentablemente, no sólo destacaba por eso. Muy pronto fue reconocida entre sus compañeros como una chica solitaria y antisocial, poco dispuesta a acatar las normas. Un bicho raro de mal carácter al que era mejor ignorar.
Nada de esto impidió que se graduase de la Academia con las mejores notas de su promoción. Su bien sabida poca predisposición a cumplir órdenes tampoco fue ningún impedimento para que, poco después de recibir su título como shinigami, ascendiese rápidamente y pasase a formar parte del 8vo escuadrón, adquiriendo el grado de 3er Oficial cuando Asch, apodado “el Sangriento”, anterior 3er Oficial, pasó a ocupar el rango de Teniente.
Buuduu Heeru (Voodo Hell).
Mediante esta técnica, Naeru extrae automáticamente del oponente un elemento que esté ligado al oponente de alguna manera profunda (Reiatsu incluido) y con éste fabrica tres muñecos de tamaño escala del oponente que tienen las habilidades del copiado; cada muñeco usará una habilidad del enemigo, pero tienen la desventaja de poder ser derrotado de un solo golpe. Las habilidades usadas estarán al nivel del invocador y no del copiado.
Esta habilidad sólo puede ser utilizada una vez por combate.
Su nombre es “Ibara no Namida” (Lágrimas de espinas) y se trata de una katana larga de filo blanco y empuñadura negra con motivos dorados. Bajo el mango, presenta unos relieves dorados con un motivo floral.
: “Bara” (Rosa) como Naeru la llama tiene el aspecto de una chica joven de largo cabello de color rosa y expresivos ojos verdes. Tras haber utilizado el shikai, el aspecto de Bara cambia y adquiere el aspecto de una mujer joven, de largo cabello plateado y fríos ojos de color rubí.
“Ibara ni mamireta kono chi ga karehatete… Ibara no Namida” (“Esta sangre, cubierta de espinas, se marchita hacia la muerte… Ibara no Namida”).
La hoja de la zanpakutou se vuelve de color negro y en su superficie aparece el grabado de unas espinas en un color rojo sangre.